El libro que hoy comparto es una rareza literaria. Pero además, tiene un significado especial para mí, por la persona que me lo regaló. Es mi primer (y sospecho que no último) encuentro con Milan Kundera, autor checoslovaco, cuyo título más conocido es "La insoportable levedad del ser", historia de un triángulo amoroso a través de distintas perspectivas, que contó con una adaptación cinematográfica.
"La identidad" pareciera seguir algunos pasos similares: narra la historia de una pareja, y cómo su vínculo puede desgastarse a causa de la obsesión y la desconfianza de uno de ellos, o de ambos. Mediante esta premisa sencilla y cotidiana, el autor explora las conductas humanas tanto dentro de ellos, como en sociedad. ¿Somos siempre los mismos? ¿Cuándo usamos máscaras, y cuándo no?
El peso del relato está en los detalles: esas palabras dichas o no, esas miradas, esas tristezas y esas alegrías, los momentos comunes, compartidos, de un matrimonio. La historia se enfoca en esos detalles mínimos para construir la verosimilitud de sus protagonistas, demostrándonos que no hacen falta grandes artificios para abordar la angustia existencial y las crisis de los hombres.
Explorando casi exclusivamente estos detalles ínfimos e íntimos, se crea la atmósfera gris y angustiosa, pero también cotidiana, entretejida con maestría y desenvoltura. Aunque el último tramo, se destruye totalmente esta atmósfera, debido al choque rotundo de los protagonistas con la realidad, apenas representada hasta ese instante en el cual ambos realizan caminos diferentes y quiebran la unidad que los conforma. Las últimas treinta páginas me pasaron volando, mientras asistía dudosamente a esta destrucción.
Kundera pone mucho peso a los detalles y la confusión primero sutil, y luego monstruosa, entre la realidad y la ficción: lo que realmente ejecutan los personajes, y lo que imaginan o sufren internamente. El paso del tiempo, el avanzar y retroceder constantemente, según la mirada de cada personaje. Cuestiones muchas veces drásticas, que tienen su peso reflexivo pero también, desesperante.
De este modo, presenta grandes cuestionamientos y debates que, de una u otra forma, nos tocan a todos. Y aquí rescato lo mejor: la capacidad de, con tanta soltura y un lenguaje llano, plantear infinitas cuestiones existenciales.
El mundo no es el mismo si hay con quien compartirlo. Tampoco si estamos solos.
En estas observaciones, Kundera se asemeja un poco a Hermann Hesse y su Lobo estepario (crítica aquí). Y aunque ambos compartan ciertas miradas acerca de lo salvaje, del hombre-animal y sus más oscuras depresiones, cada uno lo hace con su sello propio.
Definitivamente, Kundera sale airoso de tamaño desafío.
Me tomo la libertad de dedicar esta entrada a Cane, por haberse animado a quitarlo de su biblioteca y entregármelo. Y ahora que lo terminé, y me toca elegirle un lugar en el estante, vuelvo a agradecerle.
Susurros del libro:
"-(...) traiciono a veces a la empresa, y a veces me traiciono a mí misma. Soy doblemente traidora. Y no considero ese estado de doble traición como una derrota, sino como una hazaña. Porque ¿durante cuánto tiempo seré capaz de mantener mis dos caras? Es agotador. Llegará el momento en que ya sólo tendré una sola cara."
"-(...) Para que el yo no se encoja, para que conserve su volumen, hay que regar los recuerdos como a las flores y, para regarlos, hay que mantener regularmente el contacto con los testigos del pasado, es decir, con los amigos. Son nuestro espejo, nuestra memoria; sólo se les exige que le saquen brillo de vez en cuando para poder mirarnos en él."
"-Siempre habrá enemigos.
-Sí, pero son invisibles y anónimos. Las burocracias, las leyes."
"-(...) La amistad ya no se somete a pruebas que den fe de ellas. (...) Atravesamos nuestras vidas sin mayores peligros, pero también, sin amistad."
"¿Cómo podía sentir nostalgia si lo tenía delante? ¿Cómo se puede sufrir por la ausencia de alguien que está presente?"
"¡Lamentable destino el de ser alma de un cuerpo hecho a la ligera, cuyos ojos no pueden mirar sin ser lavados cada diez o veinte segundos! ¿Cómo creer que quienquiera que esté ante nosotros es un ser libre, independiente, dueño de sí mismo? (...) Para creer eso, hubo que olvidar el perpetuo parpadeo de los ojos."
"-(...) Cada profesión había creado su propia manera de ser. Un médico no pensaba como un campesino, un militar se comportaba de modo distinto a un maestro. Hoy somos todos iguales, todos unidos por la común indiferencia hacia nuestro trabajo. Esta indiferencia ha pasado a ser pasión. La única gran pasión colectiva de nuestro tiempo."
"-(...) convierto todo lo que ocurre a mi alrededor en tema de conversación contigo.
-Podríamos hablar de otra cosa, ¿no?
-Dos personas que se aman, solas, aisladas del mundo, es algo hermoso. ¿Pero con qué alimentarían sus conversaciones? Por muy miserable que sea el mundo, lo necesitan para poder hablarse.
-Podrían callarse.
-(...) ningún amor sobrevive al mutismo."